“De repente, un destello cegador me sobresaltó (…). Las sombras del jardín desaparecieron y la luz, que había sido muy intensa y brillante durante un segundo, dio paso a una gran oscuridad (...). Con sorpresa descubrí que estaba completamente desnudo. ¡Qué raro! ¿Dónde estaban mi camiseta y mi pantalón? , ¿Qué había sucedido? Tenía la parte derecha del cuerpo con cortes y sangre; una astilla de madera sobresalía de mi cadera y algo caliente me vino a la boca. Tenía una herida en la mejilla y un grueso trozo de cristal clavado en el cuello (...). Nuestra propia casa comenzó a moverse y se derrumbó entre una nube de polvo (...). El fuego se extendía y un viento abrasador comenzó a soplar (...). Había unas siluetas humanas (...) que se movían como espantapájaros, reflejando un gran dolor y manteniendo los brazos separados de sus cuerpos. Estas gentes me inquietaron hasta que descubrí que estaban quemados y que mantenían sus brazos separados del cuerpo para evitar el doloroso roce de las superficies en carne viva. En verdad, una cosa era común a todo el mundo. Un completo silencio".
Michihiki Hachiya, médico de un hospital en Hiroshima, 1945 |
"(...) Cuando estábamos formando las filas para entrar en clase, estalló un relámpago brusco y aterrador y nos vimos como golpeados por una mano invisible. Una luz de color amarillo oscuro se extendió a nuestro alrededor, con tal intensidad que no podíamos abrir los ojos. Me cubrí la cara con las manos y di media vuelta. Alguien chilló a mi lado y tuvimos que echarnos al suelo (...). Levanté la cabeza y vi a la gente que se precipitaba hacia la salida gritando desesperadamente. Yo también estaba gritando y corrí con todas mis fuerzas (...). Empecé a fijarme en mi estado. La parte alta de mi cuerpo estaba desnuda y la cintura y las piernas cubiertas de harapos. Mi pantalón también había sido arrancado. De pronto empezó a invadirme una gran debilidad. A mi izquierda pude ver una casa cuyas Ilamas lamían vigorosamente la cocina. Como loca eché a correr y me precipité al río Mitaki (...). Pronto me fue impasible continuar andando porque las quemaduras me robaban las fuerzas. Mis brazos y mis piernas estaban rígidos, las partes quemadas, hinchadas. Mi pierna derecha también. La piel parecía desprenderse, poniendo al descubierto la carne de color rojo intenso (...)".
Hisayo Yaguchi. 14 años. Hiroshima, 1945 |