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Origen |
El pronunciamiento de Sagunto por parte de Martínez Campos en diciembre de 1874 acabaría con el Sexenio y el proyecto de Serrano ante la difícil situación social, política y militar y la falta de apoyos al mantenimiento del régimen (la decepción de muchos sectores, sobre todo de clases medias que apoyaron inicialmente al régimen, ante los excesos producidos terminó por socavar el apoyo que le quedaba a la República), sostenido casi exclusivamente por el ejército, que había recuperado su protagonismo y que se decantaba, cada vez más mayoritariamente, por la solución alfonsina. Esta se asentó definitivamente con el “Manifiesto de Sandhurst” en diciembre y el reconocimiento de Alfonso de XII de su respeto al régimen constitucional (orden, patriotismo, religiosidad católica y liberalismo doctrinario) y del rechazo a las represalias. El proyecto fue diseñado por Cánovas del Castillo, que logró atraerse el apoyo de parte del ejército, la burguesía catalana, la aristocracia madrileña y los círculos conservadores españoles (militares, religiosos y empresariales) y ultramarinos en Cuba. Aunque, de hecho este periodo se extendería hasta 1923, incluso hasta 1931 incluyendo la “dictadura de Primo de Rivera”, en él se podrían marcar tres fases: la primera, el reinado de Alfonso XII (1875-85); la segunda, la regencia de María Cristina (1885-1902) tras la muerte de Alfonso y hasta la mayoría de edad de su hijo; la tercera, el reinado de Alfonso XIII (1902-1931) que, por reflejar la crisis final del sistema, se suele considerar al margen de los dos periodos anteriores. |
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El sistema político
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Principios políticos |
Las características ideológicas de su promotor, el malagueño Cánovas del Castillo, determinaron la orientación ideológica del nuevo régimen: el conservadurismo (siempre en el marco de un liberalismo doctrinario que aceptaba el reformismo y el rechazo al absolutismo), la defensa de las libertades compatible siempre con el “orden” y la disciplina social, la fidelidad a la institución monárquica (única capaz de mantener la unidad territorial), el rechazo a la democracia (que conduciría al anarquismo y la revolución social), el antiigualitarismo y el antisocialismo. Todo ello acompañado de una serie de valores defendidos igualmente por las clases burguesas: la defensa del catolicismo, la propiedad, la autoridad, la patria y la familia; principios que se convirtieron en esenciales para el nuevo sistema. El modelo a imitar sería Gran Bretaña, ejemplo de desarrollo económico y estabilidad política y social. Ello y su pragmatismo político (“la política es el arte de lo posible”) le impulsó a practicar un compromiso con los adversarios ideológicos e incluso los partidos de izquierda no revolucionarios, para mantener la estabilidad del sistema impidiendo la entrada de los militares en política, uno de los principales problemas del XIX según Cánovas. Su pragmatismo le condujo en fin a tratar de corregir los errores cometidos guante el periodo isabelino. |
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La Constitución de 1876 |
Cánovas pretendió establecer una Constitución que satisficiera la mayor cantidad de espectros políticos posibles, desde carlistas hasta republicanos desengañados de la revolución, para evitar que cada partido tuviera su propia Constitución, como había ocurrido hasta entonces. Para ello, era evidente que, ni se podía mantener la Constitución de 1869, ni volver a la de 1845, por lo que se desarrolló una mezcla de las dos aunque con preeminencia de las ideas del 45. Ello le permitió tener vigencia hasta 1931, aunque fue suspendida y vulnerada en varias ocasiones. Principios: soberanía compartida entre el rey y las Cortes; no existe una clara división de poderes: el rey se impone sobre el Parlamento pues no sólo cuenta con la potestad ejecutiva (elegir al Gobierno, mando del ejército) sino con “poderes” legislativos (disolución de Cortes, derecho de veto, iniciativa legislativa, elección de senadores), lo que convertía, de nuevo, a la Corona en árbitro de la situación (aunque el espíritu del régimen significase que las decisiones las tomase el Gobierno y que el rey, en la práctica, no gobernase) y hacía necesario que el Gobierno tuviera la confianza del rey y de las Cortes (éstas, al menos, ya tenían cierta capacidad de controlar al Gobierno y poseían el voto de censura); sistema bicameral (Congreso elegido por sufragio censitario, y desde 1890 por sufragio universal masculino; Senado, elegido en parte por la Corona, lo que garantizaba la presencia de las oligarquías, en parte por un sistema indirecto entre las corporaciones y mayores contribuyentes, y en parte por derecho propio como los “grandes de España” y las altas jerarquías militares y eclesiásticas); catolicismo como religión oficial del Estado aunque se mantiene la tolerancia hacia otros cultos que ya se afirmaba en 1869; declaración de derechos de la Constitución de 1869 (libertad de opinión, de reunión, de asociación, de petición a las Cortes, inviolabilidad del domicilio) lo que hizo posible que incluso los grupos de la oposición pudieran manifestarse con cierta libertad. |
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El turno de partidos
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Canovas creó un sistema que permitiera la alternancia pacífica de los dos grandes partidos dinásticos a fin de evitar la intromisión de los militares en la política (aunque se consiguió la imposición del poder civil sobre el militar, en el Ejército se fue generando un fuerte corporativismo que defendió la independencia de la institución, incluso frente al poder civil), asegurando la estabilidad política y alejando a las fuerzas al margen del sistema del Gobierno, a pesar de que con ellas se adoptó una actitud de atracción/marginación. De esta forma, y a pesar de la exclusión de los grupos antimonárquicos, antiliberales y antinacionales (y de las propias masas populares por el tipo de sufragio y la corrupción electoral), se consiguió la estabilidad política. Finalmente el objetivo era conseguir el progreso económico en beneficio de las clases dominantes.Los grupos políticos dominantes o dinásticos fueron dos, el “conservador” y el “liberal”. Sus rivalidades fueron constantes a pesar del “turnismo”. En ello tuvo que ver más el deseo de alcanzar los beneficios del poder cuanto antes que verdaderas ideas o programas políticos diferentes, pues las similitudes, sobre todo tras las reformas liberales de la década de los 90 (reformas sociales, ley de asociación, sufragio universal), fueron insignificantes. Su estructura organizativa era mínima y sus “actividades políticas” se limitaban a los “círculos” propios, donde se reunían y a la posesión de distintos órganos de prensa (La Época era canovista, El Globo de Romanones, El Imparcial de Gasset). En realidad funcionaban como conglomerados compuestos de distintas facciones que se formaban alrededor de los líderes más importantes. Por este motivo, las rivalidades personalistas, las disidencias y el transfuguismo fueron fenómenos muy frecuentes.Su procedencia era muy variada, desde abogados, cada vez más numerosos como Antonio Maura hasta profesores (Salmerón, Moret) o periodistas (Alejandro Lerroux, Vicente Blasco Ibañez) pasando por los sectores dominantes como terratenientes (conde de Romanones) o la burguesía de los negocios (Eduardo Dato, Cambó). Lógicamente la mayor parte de ellos mantenían estrechos lazos entre sí y con la élite económica del país (familia, negocios, reuniones):
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El proceso de alternancia | El candidato a presidente de Gobierno debía ser designado por el rey y contar también con una mayoría sólida en las Cortes para gobernar. En caso contrario, obtenía del monarca el decreto de disolución de las Cortes, promovía la convocatoria de elecciones (e incluso una reforma de la ley electoral), cesaba en sus cargos políticos y administrativos a los miembros del otro partido, movilizaba a los gobernadores, alcaldes y élites y lograba una mayoría favorable que le permitiera seguir gobernando. El proceso, por tanto, era inverso al de una democracia de masas auténtica, en la que primero se obtiene la mayoría en las elecciones y después se forma Gobierno. Fue evidente la manipulación de las elecciones por cada grupo para garantizar su victoria electoral (pucherazo). Incluso en ocasiones, y desde el propio Ministerio de Gobernación, encargado de controlar el “fraude electoral” junto con el Gobernador Civil, se llegaba al “encasillado” (que culminó en la figura del “cunero”), que posibilitaba la elección de los cargos antes de las propias elecciones, e incluso la no celebración de las mismas (artículo 29 a partir de la Ley de 1907). En resumen, el político en Madrid, el cacique en cada comarca y el gobernador civil en la capital de cada provincia constituyeron las tres piezas claves del sistema, quedando las masas populares al margen. |
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El caciquismo |
El fraude electoral, necesario a raíz fundamentalmente de la aprobación del sufragio universal, se apoyaba en una red de relaciones personales, de clientes o “amigos políticos”, que prestaban su apoyo a cambio de favores. Cuando un partido llegaba al poder se dedicaba a repartir cargos, concesiones y privilegios a sus clientes. Pieza clave en estas relaciones era el “cacique”, dirigente que controlaba políticamente una zona, sobre todo rural, bien por tener en ella fuertes relaciones familiares a alto nivel, o bien por poseer abundantes propiedades y bienes que hacen depender de él a abundantes personas. A las razones económicas había que buscar las políticas, pues al ser un personaje de estrecho contacto con el Estado, ejercerá una gran influencia, proporcionando cargos, empleos o favores que no hacían sino aumentar su poder político e, indirectamente, sus negocios, convirtiéndose de esta forma en el protector/benefactor de un área y en la única persona capaz de resolver sus problemas gracias a sus “amigos políticos”. Entre los factores que hicieron posible el mantenimiento del caciquismo estaban: la excesiva concentración de poderes en manos del gobierno, que podía destituir los alcaldes, jueces y funcionarios que no fueran de su agrado por otros más dóciles, lo que dejaba vía libre al cacique; la docilidad y desmovilización de la mayor parte de la población, sobre todo en el campo (la participación en las elecciones jamás sobrepasó el 20%), que, aunque criticada por los intelectuales, observaba la inutilidad de sus acciones; el aislamiento e incomunicación de muchas zonas rurales en las que el cacique era el poder cercano y temible.El Gobierno, a través del Gobernador Civil, debía contar pues con él al llegar las elecciones pues era capaz de movilizar a su clientela para obtener el máximo número de votos, para comprar/presionar a los electores y poderes locales (funcionarios), para falsear las listas e incluso manipular los votos obtenidos, consiguiendo con ello “colocar” al candidato gubernamental.Este sistema no hizo sino reforzar el papel de los caciques, que se convirtieron en un poder paralelo al del Estado, sustituyendo incluso a éste cuando era demasiado débil en un área y cambiando de bando político rurales, desmovilizadas y apolíticas, frente a según sus intereses. Normalmente éstas eran zonas las zonas urbanas, con una opinión pública más formada y mayor pluralismo político, que hacía más difícil estos procesos, y donde los partidos al margen del sistema sí podían obtener algún escaño (republicanos, carlistas, regionalistas). |
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La evolución política de la Restauración.El fortalecimiento del liberalismo |
La pacificación del país |
Una de las primeras tareas del nuevo Gobierno fue acabar con los conflictos pendientes:
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Etapas |
Reinado de Alfonso XII (1875-85). Entre 1875 y 1880 Cánovas asumió la dirección del gobierno con la intención de controlar el nuevo régimen y abrirlo a los sectores desencantados del Sexenio y a los carlistas más moderados. Con un carácter muy práctico mantuvo la libertad de prensa y de cátedra para atraerse a los sectores progresistas a la vez que reintroducía el sufragio censitario establecía la designación gubernamental en las ciudades con más de 30.000 habitantes. En febrero de 1881 comenzó a funcionar el turno de partidos al acceder Sagasta al poder (hasta 1884), que impulsó medidas como la creación de la Comisión de Reformas Sociales (1883) o la reducción de la deuda pública. |
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Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902). En noviembre de 1885, Alfonso XII falleció con 28 años quedando su viuda, además embarazada, como regente hasta la mayoría de edad de su hijo, el futuro Alfonso XIII, nacido en 1886. En el plano político, entre 1885 y 1890 los liberales asumieron de nuevo el gobierno y aprobaron una serie de medidas que cumplían, en cierta medida, el ideario de la “revolución del 68”: se suprimió completamente la censura de prensa y se ampliaron las libertades de expresión y de cátedra (se pudo criticar al Ejército, la Iglesia o la Corona); se promulgó una nueva ley de asociaciones en 1887 para favorecer la completa legalización de las actividades de todas las organizaciones obreras; se restableció en 1890 el sufragio universal masculino para los mayores de 25 años, con lo que el 25% de la población accedía al voto frente al 16% de Inglaterra, el 29% de Francia o el 9% de Italia (la medida sirvió para cumplir el programa liberal, reforzar a Sagasta y quitar argumentos a los republicanos y, en la práctica, no sirvió para gran cosa debido a las manipulaciones electorales aunque en las grandes ciudades se fueron afianzando los republicanos, las organizaciones obreras y los partidos nacionalistas); aprobación de un Código Civil (1889). Durante la década de los 90 el turnismo se mantuvo de forma casi matemática: 1890 Cánovas, 1892 Sagasta, 1895 Cánovas, 1897 Sagasta, 1899 Silvela en sustitución del asesinado Cánovas, 1901 Sagasta de nuevo.Sin embargo, en estos últimos 10 años el sistema empezó a mostrar síntomas de agotamiento y de mal funcionamiento al no ser capaces los gobiernos de afrontar los problemas: la persistencia del analfabetismo y el escaso presupuesto en educación; la continuación del endeudamiento estatal, el mantenimiento del reclutamiento militar discriminatorio, la ausencia de reformas sociales efectivas (por ejemplo los seguros sociales, introducidos muy lentamente), la guerra de Cuba y, en fin, la ausencia de verdaderas instituciones democráticas como consecuencia del fraude electoral. |
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La oposición al sistema
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Movimientos antidinásticos |
Carlistas: tras su derrota en 1876 se dividieron en dos grupos, los que se mantuvieron al margen del sistema (integristas, con Ramón Nocedal), y los que formaron un partido político y compitieron dentro de la legalidadRepublicanos: Situados a la izquierda de la Restauración, también estuvieron muy divididos: posibilistas de Castelar, que colaboraron con Sagasta dentro del sistema; y el grupo de Ruiz Zorrilla, que incluso se pronunció contra el sistema. A la vez, seguían manteniéndose las diferencias en torno a una República unitaria (Samerón) o federal (Pi y Margall). El grueso de los mismos se agruparía en torno a Unión Republicana en 1893, liderado por Nicolás Salmerón y del que, en 1895, se desgajaría el Partido Radical de Alejandro Lerroux; el republicanismo federal acabaría derivando en los movimientos nacionalistas. En general, el republicanismo se extendería entre las clases medias urbanas y los trabajadores, no suponiendo en principio una amenaza al sistema.Movimiento obrero: a pesar de la dura represión de los primeros gobiernos de Cánovas, la Ley de Asociaciones de 1887 permitió la aparición/legalización de organizaciones obreras:Socialistas: el PSOE de Pablo Iglesias fue fundado en 1879, naciendo en 1888 el sindicato UGT. Poco a poco fueron ganado adeptos en las grandes ciudades y los núcleos industriales de Madrid, Asturias, País Vasco o Cataluña, con un grado de cohesión mayor que los anarquistas y alternando las medidas huelguistas y manifestaciones pacíficas con su participación en las elecciones. Ello le llevaría a una táctica a corto plazo para lograr reformas (leyes sociales), sin renegar de sus objetivos revolucionarios.Anarquistas: sus primeros proyectos de unión están en el Congreso celebrado en Barcelona en 1881, y en concreto en la “Federación de Trabajadores de la Región Española” cuyo objetivo será defender por medios legales al proletariado y sus ideas anarcosindicalistas. A pesar de ello, las acciones violentas, atentados terroristas, huelgas y ocupaciones de tierras serán una constante en este colectivo, sobre todo en las zonas agrarias andaluzas (“Mano Negra”), ante la represión de los terratenientes (bajos salarios, trabajo a destajo) y la Guardia Civil, o en Barcelona frente a la patronal industrial (“proceso de Montjuic” de 1896). La dispersión entre distintos grupos será su norma, habiendo acuerdos únicamente para ocasiones especiales como el día “1º de Mayo”. |
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Movimientos nacionalistas/regionalistas
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Factores: Existencia de movimientos culturales (romanticismo) que rescataban la riqueza de las lenguas y costumbres propias, con una exaltación histórica a menudo imaginaria, sobre todo de la época medieval, considerada como origen de la “nación”. Es de destacar la Renaixença catalana, O Rexurdimento gallego, o la recuperación y codificación del euskera. Crítica al centralismo uniformador del Estado liberal, defendiéndose un Estado plural y diverso fruto de su pasado cercano (fueros e instituciones de los antiguos reinos que se perdieron tras la Guerra de Sucesión y, en parte, las Guerras Carlistas). En este sentido, el federalismo del “Sexenio” sería la base de un nacionalismo inicial. La repercusión de las transformaciones económicas, que alteraron la realidad de algunas regiones con la llegada masiva de inmigrantes (País Vasco: 47% de la población bilbaina en 1900 era foránea) vista como un peligro, y fortalecieron a una burguesía (Cataluña) consciente de su diferencia, también en el plano económico, de la del resto de España.La crisis del 98 catalizó el nacionalismo al poner de manifiesto la incapacidad del Estado liberal español para hacer progresar al país y defender sus mercados. Era necesaria una respuesta alternativa. |
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Dos tendencias se manifestaron entre sus filas: Regionalismo: que aspiraba a la creación de instituciones propias o a la consecución de cierta autonomía administrativa en el marco de una mayor descentralización con un mayor uso de la lengua propia. Casos gallego o valenciano. Nacionalismo: radicalización de las propuestas anteriores con vistas a la consecución de mayores cotas de poder político que llegaban incluso a la independencia.En ambos casos dominaron dos tendencias contrapuestas, la conservadora y liberal, partidaria de recuperar los antiguos fueros, y la progresista, federal y republicana. |
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Nacionalismo catalán: surgido durante el Sexenio con un corte federalista y republicano, evolucionaría hacia otro tipo más conservador y tradicionalista. La burguesía se haría con su control a través de la “Unió Catalanista” (1891) y su propuesta descentralizadora de las “Bases de Manresa” (1892), proceso luego culminado por la “Lliga Regionalista” de Francesc Cambó y Prat de la Riba en 1901. Su manifestación cultural sería el “modernismo”. Este nacionalismo tendrá un carácter conservador y burgués, no siendo hasta 1917 que aparece el Partit Republicà Català de Companys y la Esquerra Catalana, que acabarán uniendo en Esquerra Republicana de Catalunya, que desplazará a la Lliga en 1931. | ||||
Nacionalismo vasco: En cierto sentido como continuador del carlismo, al suprimir la Restauración en 1876 parte de su antiguo régimen foral (servicio militar, iguales impuestos, supresión de algunas instituciones), el fuerismo es el primer movimiento regionalista vasco. A este fenómeno se unió el rápido proceso de industrialización unido a la emigración. Ello llevó a la creación por Sabino Arana en 1895 el Partido Nacionalista Vasco, cuyo objetivo era recuperar la conciencia nacional y hacer posible la independencia de Euskalerría. Tuvo pues un perfil mucho más conservador, tradicionalista y rural, apoyándose en la reivindicación de los fueros perdidos, el rechazo del liberalismo y de la industrialización, que asociaban a la inmigración y el Estado centralista, y tuvo un carácter marcadamente católico. La impronta de Arana lo hizo moverse entre el independentismo radical, de base étnica e incluso racista, y la integración autónoma dentro de España. | ||||
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La crisis del 98 y sus consecuencias |
La guerra de Cuba |
Orígenes | La guerra del 98 no es sino el final de una serie de levantamientos anteriores (guerra de los 10 años entre 1868-78; la “guerra chiquita” de 1879, insurrecciones de 1883 y 1885) que exacerbaron el nacionalismo popular de sectores cada vez más amplios que incluyeron también a criollos. En sus raíces estaba la negativa a conceder ningún tipo de autonomía por parte de las élites políticas y económicas, temerosas de perder el monopolio económico cubano, y descontentas por la tardía abolición del esclavismo. El tercer elemento destacado fueron los intereses económicos de EE.UU. (exportación de más del 90% del azúcar y el tabaco), cada vez más destacados que los propios españoles, lo que favoreció la intromisión estadounidense en los asuntos cubanos y su apoyo a los independentistas. |
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Desarrollo del conflicto | La guerra estalló en 1895 (Grito de Baire) liderada por José Martí y Máximo Gómez al frente del Partido Revolucionario Cubano (paralelamente estalló en Filipinas otra revuelta en 1896 duramente reprimida). La dura represión iniciada por Weyler provocó su cese y la concesión de una amplia autonomía para Cuba y Puerto Rico en 1898. Fue demasiado tarde. La voladura del Maine en 1898 provocó la entrada de EE.UU en la guerra y la consiguiente derrota española (batallas navales de Cavite en Manila y Santiago de Cuba). El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París por el que España reconocía la independencia de Cuba y cedía a EE.UU. Puerto Rico, Filipinas y Guam, vendiendo posteriormente a Alemania las Carolinas, las Marianas y Palaos. |
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Las consecuencias del 98 |
Se puso de manifiesto “el problema de España”, su atraso y aislamiento. Ello provocó la aparición de un importante movimiento intelectual y crítico, el regeneracionismo, que rechazaba el sistema de la Restauración y proponía una transformación, más menos radical, de las estructuras (Joaquín Costa, Ortega). Tuvo una vertiente literaria en la “generación del 98”Cierto aumento del antimilitarismo, fundamentalmente entre las clases populares, a raíz del reclutamiento y la ineficiencia de la oficialidadEl rechazo, a su vez, de los militares hacia los políticos, a los que se hará responsables de la derrota, exigiéndose una modernización del ejército. La economía española, y especialmente la industria catalana, perdieron un excelente mercado para sus productos y unas materias primas baratas, aunque lograron atraer capitales de los indianos enriquecidos (creación de nuevos bancos). La guerra acentuó el déficit hacendístico. Ciertas burguesías periféricas se replantearon la capacidad del gobierno para defender sus intereses (nacionalismos como alternativa). |
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