Ejercicios. Al-Andalus. |
En el nombre de Dios, clemente y misericordioso. Carta de seguro otorgada por el rey [emir] engrandecido Abd al-Rahman [I] a los patricios, monjes, príncipes y demás cristianos españoles de la gente de Castella [capital de Elvira, un distrito o kora próximo a Córdoba] y a sus secuaces de las demás comarcas. Les otorga seguro y paz, obligándose a no quebrantarles este pacto mientras ellos paguen anualmente diez mil onzas de oro, diez mil onzas de plata, diez mil cabezas de los mejores caballos y otros tantos mulos, además de mil armaduras, mil cascos de hierro y otras tantas lanzas, por espacio de cinco años. Se escribió esta carta en la ciudad de Córdoba a tres de Safar del año 142 [758]
“Fue proclamado Príncipe de los Creyentes por el predicador de Córdoba el viernes primero de l-hiyya de este año. Fue éste el primer sermón en que se le dio este título, que empezó a llevar con mejor derecho que los demás que se lo arrogaban y que luego siguieron los califas descendientes suyos (...). Además, hemos comprendido que seguir sin usar ese título, que se nos debe, es hacer decaer un derecho que tenemos y dejarse perder una designación firme...” 16 de enero de 929, Crónica anónima de Abd al-Rahman al-Nasir
En 371 [981 de la era cristiana] Ben Abi Amir tomó el sobrenombre de Al-Mansur [el Victorioso] y con este título hizo que se le nombrase en los púlpitos de las mezquitas, acabando así de arrogarse todos los atributos de la realeza. Sus cartas estaban encabezadas así: En nombre del hachib Al-Mansur… Sus visires comenzaban los primeros a besarle las manos y después siguieron el ejemplo los jefes omeyas […] y se dirían a él como Señor.” Crónica de Ben Idhari
[Almanzor] llegó a la conclusión de que sus tropas deberían estar compuestas de gentes de diferentes tribus y de elementos heterogéneos, para que, si uno de los grupos intentaba rebelarse, pudiera reducirlo apoyado en los demás. Por otro lado sentía la necesidad de reformar su ejército y acrecentarlo con el mayor número posible de soldados, para poder penetrar en territorio enemigo y sembrar en él la devastación. Movido por estas razones, hizo venir a Al-Andalus a aquellos señores, guerreros y soldados bereberes de cuyo espíritu militar y valor tenía noticia.
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