“La hacienda con déficit y el Estado defraudado por la riqueza oculta, recargadas ciertas fuentes contributivas, mientras otras compran la benevolencia de la investigación, para rehuir su contribución a la patria. [...]Desde luego hay que confesar que es imposible labor fructífera cuando en los últimos veinte años gobernaron 38 gobiernos con un promedio de ejercer el poder en tres o cuatro meses. [...] Esta es la culpa de los gobernantes.La del pueblo es el mal uso que hace de sus derechos de ciudadanía, vendiéndola a la influencia o al dinero, no usándolos o concediéndolos inconsciente a los vividores de la política. Pero en esta responsabilidad tiene una disculpa y le ayuda un cómplice: la inmoralidad electoral manejada por el cacique, que la cede a reembolso a los profesionales de la política ayudados por los gobiernos, que para ello entronizan la corrupción y atropellan la justicia, persiguiendo o desmoralizando a los encargados de la sagrada misión de administrarla.La ética gubernamental ha producido el cáncer que corroe al Estado español inficionando [infectado] todos sus organismos, contaminando, en mayor o menor grado, a todos sus individuos. El ejército ha resistido durante mucho tiempo el contagio, pero también por fin en él ha prendido.La influencia, el favoritismo, la burocracia, la demagogia y la anarquía como naturales consecuencias; en fin, todas las enfermedades que enumera el derecho político como causantes de la vida anormal de los estados, aquejan al español y conducen a la ruina.”                                          

     Mensaje de las juntas de defensa a Alfonso XIII (1917)

 
 

“Lejos de nuestro ánimo, señor, el pesimismo infecundo que malogra las iniciativas; tenemos fe robusta en el resurgimiento de España. Para conseguirlo hay que fijar como ideal inmediato y primordial la afirmación rotunda de que la Patria no es un mito, sino una realidad indiscutible y venerable; arrancar violentamente los cerrojos que guardan las cenizas del Cid, para que sus esencias saturen el ambiente, restituyendo a nuestro cerebro la sublime locura de Don Quijote, el enamorado de la justicia, compendio de los aventureros nacionales, ebrios de gloria pero ayunos de codicia; convertir las escuelas en santuarios de iniciación patriótica y vivero de virtudes que el porvenir ha de utilizar y, de este modo, sobre cimientos tan sólidos, se levantará en breve plazo el edificio de nuestra reconstitución; y como el deber será norma imperativa, florecerán vigorosamente todas las energías, todas las iniciativas, la agricultura, la industria, las ciencias, el comercio, artes y literatura, y el Ejército, imagen y reflejo de esta nueva Patria, será también fuerte, vigoroso y eficiente para defenderla con gloria.Señalarlos no es competencia del Ejército; acometer tal empresa sería sembrar suspicacias que quiere desvanecer; sería, señor, inmiscuirse en prerrogativas que la Constitución os confiere, con la gloria o la responsabilidad del acierto. V.M. es quien confiere el poder ejecutivo y quien designa los hombres que han de ejercerlo, asesorándose ampliamente para conocer la opinión nacional.Hacedlo, señor; persistid luego con firmeza en la obra de moralización, aguijonead las iniciativas que dan como fruto el progreso; procurad que sea posible la representación genuina de los intereses y aspiraciones del pueblo en las Cortes; llamad a vuestro consejo prestigios no gastados ni perdidos, conciencias rectas, capacidades reconocidas y preparadas; despertad en firme el alma nacional y llevad a colaborar en la obra de engrandecimiento de la Patria, que es la gloria histórica de vuestro reinado, desde las madres que educan el sentimiento, a los maestros que cultivan la inteligencia, don-de el que ara la tierra hasta el que transforma sus productos o los conduce como blasón de progreso a extraños países; desde el sabio que investiga los secretos de la ciencia al sacerdote, que implorará por la obra común, y al artista que la perpetuará con sus concepciones o cantará sus glorias en estrofas henchidas de fervor patriótico para emulación de las generaciones venideras.Dos garantías está obligado a dar el Ejército: la primera a la nación; la segunda a la monarquía.Por la primera debe asegurar la pureza del sufragio impidiendo, en combinación con un ministro de Gobernación ajeno a la política, el funcionamiento del tinglado político falseador de la voluntad popular.La segunda tiende a evitar el temor improbable de que las Cortes que en funciones de constituyentes se convoquen para la organización del Estado y sus servicios, pudieran no ceñirse al objeto de su convocatoria y acometer otros peligros para la monarquía. Y aunque el temor carece de base, pues la nación mantiene aún hoy sentimientos monárquicos en su mayor parte, y aun la sensata de los que no los han tenido nunca, aprecian en las actuales circunstancias como una necesidad imprescindible tal forma de gobierno, debe garantizar el Ejército que, si tal temor pudiera realizarse, disolvería ‘in continenti’ las Cortes con aplauso general y reconocido derecho, ya que se habrían salido de la misión para la que habían sido convocadas, faltando a su juramento.Señor: en esta obra, que es la de salvar y regenerar España, no os abandonará el Ejército que veló vuestra cuna, os conservó la corona y tiene derecho a esperar que cumpliréis vuestra misión para la que os guardó como esperanza de la Patria. (Siguen las firmas de todos los coroneles jefes de Juntas Regionales de España)”.

Capó, J. M.: Las Juntas Militares de Defensa, La Habana, 1923, pp. 236-238.